Once Minutos / Eleven Minutes

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Format: Paperback
Pub. Date: 2010-04-02
Publisher(s): HarperCollins Publications
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Summary

María es una joven que vive en el norte de Brasil. A una edad muy temprana ella cree que no podrá encontrar nunca el amor, y cree a la vez que este sentimiento es algo que sólo hace sufrir. Emprendiendo un viaje a Río de Janeiro, María conoce a un empresario que la entusiasma con un cambio de vida: un trabajo en Ginebra. La chica ilusionada con cambiar su vida y encontrar por fin dinero y fama, acepta la oferta. Después de viajar y llegar al paradero de su destino, se da cuenta que el trabajo era convertirse en prostituta. Sin otra opción, se encamina en esta profesión de las calles enfrentada a una desilusión que la aleja para siempre de la nueva actitud que había adoptado frente a la vida. En conclusión el libro nos muestra la difícil relación que hay entre el sexo y el amor.

Excerpts

Once Minutos

Capítulo Uno

Érase una vez una prostituta llamada Maria.

Un momento. «Érase una vez» es la mejor manera de comenzaruna historia para niños, mientras que «prostituta» esuna palabra propia del mundo de los adultos. ¿Cómo puedo escribirun libro con esta aparente contradicción inicial? Pero, enfin, como en cada momento de nuestras vidas tenemos un pieen el cuento de hadas y otro en el abismo, vamos a mantenereste comienzo:

Érase una vez una prostituta llamada Maria.

Como todas las prostitutas, había nacido virgen e inocente,y durante su adolescencia había soñado con encontrar al hombre de su vida (rico, guapo, inteligente), casarse (vestida de novia),tener dos hijos (que serían famosos cuando creciesen) y vivir en una bonita casa (con vistas al mar). Su padre era vendedorambulante, su madre costurera, su ciudad en el interiordel Brasil tenía un solo cine, una discoteca, una sucursal bancaria,por eso Maria no dejaba de esperar el día en que su príncipeencantado llegaría sin avisar, arrebataría su corazón, y par-tiríacon él a conquistar el mundo.

Mientras el príncipe encantado no aparecía, lo que le quedaba era soñar. Se enamoró por primera vez a los once años, mientras iba a pie desde su casa hasta la escuela primaria local.El primer día de clase descubrió que no estaba sola en su trayecto:junto a ella caminaba un chico que vivía en el vecindarioy que asistía a clases en el mismo horario. Nunca intercambiaronni una sola palabra, pero Maria empezó a notar que la parteque más le agradaba del día eran aquellos momentos en lacarretera llena de polvo, la sed, el cansancio, el sol en el cenit,el niño andando de prisa, mientras ella se agotaba en el esfuerzopara seguirle el paso.

La escena se repitió durante varios meses; Maria, que detestabaestudiar y no tenía otra distracción en la vida que la televi-sión,empezó a desear que el día pasase rápido, esperando conansiedad volver al colegio y, al contrario que el resto de las niñasde su edad, pensando que los fines de semana eran aburridísimos.Como las horas de un crío son mucho más largas quelas de un adulto, ella sufría mucho, los días se le hacían demasiadolargos porque solamente pasaba diez minutos con el amorde su vida, y miles de horas pensando en él, imaginando lo maravillosoque sería si pudiesen charlar.

Entonces sucedió.

Una mañana, el chico se acercó hasta ella, para pedirle unlápiz prestado. Maria no respondió, mostró un cierto aire deirritación por aquel abordaje inesperado, y apresuró el paso. Sehabía quedado petrificada de miedo al verlo andar hacia ella,sentía pavor de que supiese cuánto lo amaba, cuánto lo esperaba,cómo soñaba con coger su mano, pasar por delante del portalde la escuela y seguir la carretera hasta el final, donde, segúndecían, había una gran ciudad, personajes de la tele, artistas,coches, muchos cines y un sinfín de cosas buenas que hacer.

Durante el resto del día no consiguió concentrarse en la clase,sufriendo por su comportamiento absurdo, pero al mismotiempo aliviada, porque sabía que él también se había fijado enella y que el lápiz no era más que un pretexto para iniciar una conversación, pues cuando se acercó ella notó que llevaba unbolígrafo en el bolsillo. Esperó a la próxima vez y durante aquellanoche, y las noches siguientes, empezó a imaginar las muchasrespuestas que le daría, hasta encontrar la manera oportunade comenzar una historia que no terminase jamás.

Pero no hubo próxima vez; aunque seguían yendo juntos alcolegio, algunas veces Maria varios pasos por delante con un lápizen su mano derecha, otras, andando detrás para poder contemplarlocon ternura, él no volvió a dirigirle la palabra, y ellatuvo que contentarse con amar y sufrir en silencio hasta el finaldel curso.

Durante las interminables vacaciones que siguieron, Mariase despertó una mañana con las piernas bañadas en sangre ypensó que iba a morir. Decidió dejarle una carta diciéndole queél había sido el gran amor de su vida y planeó internarse en laselva para ser devorada por alguno de los dos animales salvajesque atemorizaban a los campesinos de la región: el hombrelobo o la mula sin cabeza. Así, sus padres no sufrirían con sumuerte, pues los pobres mantienen siempre la esperanza independientementede las tragedias que siempre les suceden. Pensaríanque había sido raptada por una familia rica y sin hijos,pero que tal vez volvería un día, en el futuro, llena de gloria yde dinero; mientras, el actual (y eterno) amor de su vida seacordaría de ella para siempre, sufriendo todas las mañanas porno haber vuelto a dirigirle la palabra.

No llegó a escribir la carta, porque su madre entró en elcuarto, vio las sábanas rojas, sonrió y dijo: «Ya eres una mujer,hija mía.»

Maria quiso saber qué relación había entre ser mujer y el hecho de sangrar, pero su madre no supo explicárselo, simplementeafirmó que era normal y que de ahora en adelante tendríaque usar una especie de almohada de muñeca entre laspiernas, durante cuatro o cinco días al mes. Luego preguntó silos hombres usaban algún tubo para evitar que la sangre les corriesepor los pantalones, pero se enteró de que eso sólo les ocurríaa las mujeres.

Maria se quejó a Dios, pero acabó acostumbrándose a lamenstruación. Sin embargo, no conseguía acostumbrarse a la ausenciadel niño y no dejaba de recriminarse por la actitud estúpidade huir de aquello que más deseaba. Un día, antes deempezar las clases, fue hasta la única iglesia de su ciudad y juróante la imagen de San Antonio que tomaría la iniciativa de hablarcon él.

Once Minutos. Copyright © by Paulo Coelho. Reprinted by permission of HarperCollins Publishers, Inc. All rights reserved. Available now wherever books are sold.

Excerpted from Once Minutos: Una Novela by Paulo Coelho
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